"Me llamo John
Merry, Andrei Mendelev, Pietro Sanpiero, Mathias Merkel y un sinfín de nombres
más pero, según dicen mis padres y dijeron mis abuelos en su momento, mi auténtico
nombre es Diego Llergo. No olviden este nombre porque quizá vuelva a cambiarlo
durante mi relato. Y es que ser asesino a sueldo presenta ciertas incomodidades
como lo son tener que usar pasaportes manipulados, pagar en restaurantes
chinos con tarjetas de crédito falsas,
hacer coincidir dichas tarjetas con documentos de similar veracidad y saber en
cada momento que personalidad se está representando.
La mía no es una vida fácil como tampoco lo es la de
modelo, inspector de hacienda o sexador de pollos. Todo trabajo produce las
incomodidades propias de las obligaciones contraídas pero tener que hablar
alemán, disponer de varias cuentas en paraísos fiscales, que las policías y
servicios secretos de medio mundo vayan detrás de tus pasos, y tomar chupitos,
chupitos y más chupitos manteniendo la sonrisa, y el equilibrio, con gente a la
que el día siguiente tienes que matar, es excitante pero poco saludable. Inconvenientes
que no tienen las profesiones anteriormente mencionadas. O eso creo porque jamás he ejercido de modelo, ni de
inspector de hacienda y, ni mucho menos, de sexador de pollos
Aunque pueda sorprenderle los asesinos a sueldo
también existimos, somos unos indeseables hasta el preciso instante que nuestros servicios presentan unas
posibilidades no imaginadas anteriormente pero, repito, existimos y somos felices al comprobar el
boyante estado de nuestra economía. Quizá el dinero no dé la felicidad, tampoco
dignifique a quien lo posee, ni impida que la soledad sea la única y silenciosa
amistad dispuesta a ensuciar su reputación con nosotros. Pero cuando hablamos
de mucho dinero la percepción es distinta y los tópicos dejan de ser tópicos
para convertirse en un pecado capital: La Envidia.
A pesar de todo somos gente honrada: yo cumplo con
mis obligaciones fiscales, trabajo siete
días a la semana, lo que me impide asistir a servicios religiosos los domingos
y fiestas de guardar pero, eso sí, pago una misa por el alma cuyo tránsito mi
profesionalidad ha acelerado, otra por aquel que contrató mis servicios, y otra
por la mía propia. Soy muy escrupuloso y disciplinado en lo que concierne a mi
salud espiritual.
Los profesionales de mi gremio ejecutamos esos
trabajos que aquellos que poseen poder, dinero, o ambos, pero carecen de
conciencia, no están dispuestos a llevar a cabo con sus propias manos debido a
la incomodidad que les supondría
una actuación eficaz de la justicia y la
correspondiente pérdida de tiempo, dinero y poder mientras se dan paseos circulares
en el patio de alguna cárcel. Ante el problema práctico que les supone la falta
de impunidad, prefieren subcontratar con nosotros este tipo de servicios como
lo hacen con otros que facilitan, abaratan y flexibilizan los procesos
rutinarios de cualquier negocio. Es el signo de los tiempos."
(Y si te sobrar dos euritos puedes tener la novela completa en tu Kindle/iPad haciendo un clic solidario conmigo y mis circunstancias)