Soy un tipo
tranquilo, determinado y perfeccionista. Cuando me tocan los huevos me
convierto en un tipo obsesivamente paciente, obsesivamente determinado y
obsesivamente perfeccionista.
Ayer me los tocó
algún carterista al robarme la cartera y, tras dejar mi trabajo para dedicarme única
y exclusivamente a buscar una venganza totalmente desproporcionada, estoy
sentando en el mismo Burguer King donde alguien firmó su sentencia de muerte a
cambio de 40 putos euros.
Veo caer la lluvia e interpreto un futuro en
el lento discurrir de las gotas sobre el cristal: Pinta un futuro rojo y
espeso, espero que no sea el mío.
No olvido una
cara que haya pasado más de diez segundos junto a mi así que, si el hijo de
perra estuvo ese tiempo cerca, lo veré entrar e iniciaré un acoso sutilmente
agobiante hasta acabar con su vida de forma desesperantemente lenta y placenteramente
dolorosa. Ya dije que la venganza sería desproporcionada pero, reconozcan, que
están deseando ver cuán desproporcionada es.
Ahí están, son
dos. Mejor; reto doble.
Dejo que me vean
sentado, disfruto levantándome con meditada lentitud y pongo mi mejor sonrisa
de adorable hijo de puta mientras me acerco a ellos. Dudo que esta sonrisa
acojone a nadie o que yo sepa cómo es una sonrisa de adorable hijo de puta pero
me gusta pensar que la llevo puesta a modo de absurda reafirmación.
Me han
reconocido y malgastan una risa despectiva en esos labios que pienso rajar
hasta que asomen sus dientes partidos a golpes y ver su sangre brotar oscura y espumosa.
No me afecta: sé lo que tengo que hacer y cómo pero desconozco cuales son las
consecuencias que este asunto pueda acarrearme. No está hecha la venganza para
pensar en las consecuencias.
Estoy a un metro
de ellos, yerguen los cuerpos, ensanchan los hombros y me miran con
suficiencia. Les digo con voz lenta y perfectamente modulada:
-
Me importa una mierda lo que hayáis hecho con mi
cartera. Os voy a matar.
-
¿Tú y cuantos más, hijo de puta?
-
Que más te da, los muertos no sabéis contar.
Piden sus menús,
esperan a ser servidos mientras en su sonrisa asoma un leve rastro de sorpresa
y salen para subirse en su coche: Audi Blanco. Matrícula 0013HHH. Es placentero
saber que puedo matarlos y jugar con la ventaja de querer hacerlo.
Es martes, 14 de
enero de 2015 y tengo 7 euros y 20 céntimos en el bolsillo. Estoy Indocumentado,
sin tarjetas, con el dulce sabor metálico de la sangre acariciando mi alma,
unos zapatos que me aprietan y una camisa blanca que será tan roja como la
corbata. No voy vestido para matar pero ellos tampoco lo van para morir.
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