miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sí a la Productividad

Desconozco como se mide la productividad en una empresa, aunque lo intuyo, pero desde luego que el número de horas que se pasan en el lugar de trabajo no debería ser una medida de la misma.
Llegan noticias desde Alemania en las que se pone en duda la productividad de los trabajadores españoles. Enseguida saltan las alarmas, protestas y quejas por que, al parecer, pasamos bastantes más horas en el trabajo que cualquier trabajador alemán y  aquí es donde confundimos churras (las que tienen las orejas negras) con merinas (las de orejas blancas): más tiempo en el trabajo no indica más productividad, únicamente indica más tiempo fuera de casa.
Pero eso sí, ya hemos sacado la bandera de la productividad a ondear a los cuatro vientos europeos y nuestros dirigentes, tan productivos ellos, la enarbolan por doquier, esté doquier donde esté.
La semana de los macro-puentes debería hacernos reflexionar ante esta defensa tan apasionada. Estamos de acuerdo que pasamos muchas horas en el trabajo pero ¿somos productivos?
La semana anterior al puente pasamos gran parte del tiempo hablando con los compañeros sobre qué haríamos en dichas fechas. Parte del resto lo dedicamos a ver por internet aquellos lugares que vamos a visitar, restaurantes en los que vamos a comer, cenar o simplemente tomar un café frente al mar. Pequeñas conversaciones sobre el tiempo previsto, qué meter en la maleta o, sencillamente, en caso de no salir hacia ningún lugar ver dónde comprar los regalos navideño y como ocupar el tiempo doméstico: teatros, cines, restaurantes…
Evidentemente, y al ocurrir esto en todas las empresas del país, la carga de trabajo disminuye considerablemente y, me consta, que empresas que trabajan con otros países donde poco les importa nuestra Constitución o si celebrábamos San Fulgencio o San Procopio del alma mía, andaban con sobrecarga de trabajo y malos humos al no poder llamar por teléfono a amigos y familiares para saber que iba a ser de sus vidas en la próxima semana.
Sobre la semana en sí, poco que hablar en cuanto a productividad: prácticamente cero entre los que no estaban, los que se iban, los que volvían o en los que se quedaban que buscaban cualquier cosa que hacer, distinta de las tareas laborales, con la finalidad de ahogar sus penas en procrastinación.
Hasta ahora productividad 100%, ¿verdad?
Pero pasó la semana cuasi-festiva y al llegar el lunes nos pasamos todo el día hablando del pasado, el martes hablando de la Navidad, el miércoles planificando la cena de empresa, el jueves buscando lotería y hablando de la cesta navideña y el viernes…pues tratando de descansar de tanto ajetreo.
La próxima semana la pasaremos endulzando nuestra vida con los buenos sentimientos navideños, hablando de regalos, mostrando fotos de niños vestidos de pastorcillos, perros de papa Noel y gatos, los más listos de todos, huyendo despavoridos del maldito espíritu navideño que impregna a sus amos.
Otra semana la perderemos hablando de precios, cenas, más buenos sentimiento y mandando mails de felicitación a los compañeros, amigos, conocidos o a todo aquel que tengamos en la agenda del correo electrónico bien sea de forma intencionada o accidental.
La semana anterior a Nochevieja contaremos nuestros propósitos para el año que viene (perder peso, aprender inglés e ir al gimnasio) y la primera semana del año llamando a varios dietistas, algunas academias de inglés o distintos gimnasios y comparando precios.
Luego abandonaremos el puesto de trabajo para ir a nuestra primera consulta con el dietista, a matricularnos de inglés o ver el gimnasio.
Y así habremos pasado casi un mes. Luego llegará Semana Santa, otro mes parecido, vacaciones estivales, o simplemente quejas de que trabajamos demasiado y necesitamos descanso cuando lleguemos a un mes que no hay festivos previstos.
Pero eso sí, somos  de lo más productivos y que no se atreva Merkel I de Europa a decir lo contrario o echaremos vino de tetrabrik en todas las sangrías que pidan sus paisanos. Avisados quedan.
Así está el mundo, así lo veo yo y así trato de contárselo.

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